martes, 15 de diciembre de 2009

Capítulo 13: Gallo Negro Vs Gallo Rojo (by Michael Ende-moniado)

Bueno, quizá este texto suene a precipitado, quizá suene como verborrea de palabras sin sentido que salen de la boca de alguien mosqueado, si quizá parezca un texto sin sentido. Pero me da igual, lo que vengo a exponer está bastante claro en el título.

Me explico. Es por mis más allegados conocido que ya hace tiempo que adopté para mi esa sabia frase: "Dentro de nuestro vacío solo queda el fiel orgullo, por eso seguiremos en pie". Pues bien, una vez más no queda nada, solo ese vacio, esa "nada" que como si del mundo de fantasía se tratase ya se apodera hasta de las ganas de luchar. Esa "nada" que avanza imparable promovida por el adormecimiento de las mentes humanas, que dejaron de creer en un sueño, en una ilusión, que perdieron la fantasía que otrora tuvieran siendo niños. No queda nada salvo una cosa: orgullo. Como el joven guerrero Atreyu lo único que de verdad nos queda cuando todo está perdido es el orgullo. El orgullo y los momentos de rabia que se quedan en el paladar en los instantes consecutivos al orgullo es lo que me mueve a brindar este texto, al que guste leerlo.

Y es que yo tampoco juego al azar ni creo en la casualidad, pero que en el mismo día me digan que un ideal no tiene fundamente y pongan V de Vendetta por la televisión, da mucho que pensar, y más si es justo lo que necesitas. Créanme que no hay insulto más grande a mi persona que la negación del fundamento de una de mis ideas, y hoy no las han negado, no. Las han mandado a criar malvas. Pero, en fin, no se preocupen que en dos años vuelve a haber elecciones y allí en las urnas como buenos hermanos de carné es donde se crean los sueños...

Yo digo mientras tanto lo que le dijo un gran guerrero a la bestia G´Mork, servidor de la "nada":
"Si de todas formas vamos a morir, prefiero que sea luchando. VEN POR MI G´MORK, YO SOY ATREYU"


PD: Perdón por la redacción y el cúmulo de ideas, pero estoy bien cabreado hoy como para pararme a pensar lo que digo

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Capítulo 13 - Gallo Negro Vs Gallo Rojo (by Tuortas, el tío de las)


Agrias discusiones comienzan a levantarse cada vez que el amigo Cristian y yo hablamos de economía y nos sumergimos a analizar el “caso español” y de por qué aquí en estas tierras hispanas de toros y verbenas pueblerinas nos da por agudizar en exceso el ingenio y convertirnos en los hombres más listos de la tierra. Yo le reitero que no, que son solo tópicos y eso de que seamos un país de “pillabichos” y oportunistas, donde nos gusta los grandes pelotazos y trabajar lo justo, son sólo exageraciones y puntualizaciones sesgadas que no dicen toda la realidad. Le comento que en cualquier país existe todo este tipo de morralla y no seremos los únicos que tengamos que aguantar al Julián Muñoz de turno, pero él insiste que la cosa aquí siempre es más y se hace de la forma mas cavernícola (lo de robar dinero por ejemplo). Tras muchas discusiones al respecto me he dado cuenta que mi opinión la baso cada vez más en la fe que en la propia realidad de los hechos. Me gustaría pensar que lo que por este lugar del mundo pasa no difiere del que podría ocurrir en otro, pero en lo mas profundo de mi ser estoy convencido que el producto nacional es único. A lo mejor hay naciones que por ahí nos podrían mirar con un poco de admiración (esas que se mueren de hambre) pero Europa debe de estar pasando un poco de vergüenza al ver que uno de sus hijos adoptivos no ha pasado la ESO porque no le ha dado la gana, que prefiere andar dando motazos por la ciudad que interesarse por algún libro, que cuando crezca terminará enchufado en algún cargo de la administración de cualquier ayuntamiento dando bola al alcalde corrupto de turno o en el peor de los casos ejercerá de policía local, que su oportunidad de negocio será cualquiera siempre y cuando el esfuerzo no sea condición y el dinero llegue rápido y para colmo no deja de pedir subvenciones y ayudas por sus dos días de trabajo cotizado. Me imagino que mamá Europa sentirá lastima de este hijo, sobre todo cuando los compare con los hijos pálidos que tiene por allí por el norte, eficientes y productivos. No todo es malo, esta imagen de lástima que damos nos sirve para que los de más arriba de los pirineos nos sigan dando dinero, por si acaso todos estos problemas que arrastramos se producen por falta de inversión en infraestructuras.

Para no querer ser tan tópico en esta visión me he explayado pero no dejo de verlo todo los días y en cualquier ámbito. Tú ganas Cristian. En fin podría ser peor y haber nacido italiano (un saludo al bastardo de Berlusconi).

domingo, 22 de noviembre de 2009

Capítulo 12... Hemos Vuelto, esta vez para quedarnos (by Calavera Staylah)

Más de un año hace que no se actualiza este pequeño rincón de nuestras conciencias. Muchas aventuras y vivencias que nos han hecho cambiar, quizá demasiado, a nosotros 3. Por eso, creo que es el mejor momento para volver a escribirle al mundo, para volver a escribirnos a nosotros, para volver a enseñarnos, para volver a debatir, pero sobre todo... para volver a ser nosotros.

Así que dejo la introducción y la palabra en el aire, espero que alguno recojais el testigo, dejo la propuesta que yo, voy a darle a la tecla. Saludos a todos

domingo, 25 de mayo de 2008

Capítulo 11: Así Habló... Las Tuortas

Hoy el tiempo le lleva a callejones oscuros donde no llegan nunca los cálidos rayos solares o el feliz ambiente primaveral. La tristeza lo ampara todo y aquello le atraía como un juego peligroso del que sabe que no va a escapar. En este estúpido callejón trasero caminan y viven los insulsos y olvidados, los tenaces perdedores, los eternos vagos, los ilusos desgraciados que se alimentan de sueños para poder vivir. Todos estos rastrojos faltos del más mínimo carácter de vitalidad, se mueven bajo tenues luces amarillentas de farolas que absorben todo el brillo de sus almas para alumbrar el asqueroso lugar por el que se mueven. El ambiente en esta calleja es tan pesado que el propio aire que respiran está viciado por un carácter indolente de derrotismo, pero sin él no podrían seguir sobrellevando en sus hombros la pesada cruz que significaba su existencia. Mueren en vida por los mismos motivos de los que en el fondo no quieren escapar, y sus débiles cuerpos a la deriva atraen a las presas más ambiciosas.
El Enviado caminaba por el lugar donde esta gente hacía su vida, seres que consideraba un desperdicio que la humanidad no podía permitirse, más aún, en la situación en la que ésta ahora se encontraba. Se ahogaban en sus propios lamentos y cada vez se sumergían en un agujero más hondo y oscuro. Para él era una acción urgente salvar a todas estas personas de sí mismos, pues estaba convencido que la degradación a la que habían llegado sólo era culpa de sus atormentadas mentes, de sus erróneos pensamientos que los habían conducido a enfermar. Todos eran personas inteligentes y sensibles, pero también enormemente cobardes y susceptibles, capaces de agrandar heridas que nunca llegaron a existir.
El Enviado no paraba de caminar entre ellos, observando sus caras, adivinando sus vidas y el mal que les aquejaba, en el mismo momento en que pensaba en cómo salvarlos, cómo reclutarlos para la causa que defendía, para él la mas noble y honesta de todas. Seguía nervioso, dando vueltas a ese mundo de malestar y angustia perpetuos, y no sacaba nada en claro. Sus dudas aumentaban con las horas y comenzaba a sentir de manera palpable la hostilidad de quienes veían en su forma de andar y de mirar un halo de bienestar y de seguridad que les infundía gran nerviosismo.
La tensión empezaba a ocupar su posición en el ambiente, junto a la pesadez de las horas de reloj. En un arrebato de gran excitación, el Enviado se subió encima de un gran cubo de basura mugriento y comenzó a gritar para que sus palabras pudieran impactar con gran dolor en sus contusionados corazones:

- ¡Ha llegado el gran momento para vosotros! Dejad de una vez de pensar y comenzad a actuar, sólo de esta manera podréis curar la enfermedad que os mata lentamente. He venido para ayudaros a coger el camino más adecuado, por el que olvidaréis las penas y aprenderéis a no dejar ninguna página más en blanco. Solo necesito que me escuchéis un momento y dentro de vosotros nacerá la valentía para seguirme.

Un frío silencio se adueña de todos los presentes. Al fondo una silueta gris, que el enviado no logra visualizar debido a su lejanía, empieza a moverse y se acerca él lentamente. En mitad del camino el sujeto se para y levanta el brazo para señalarlo con el dedo índice:

- ¡Mirad todos! si tenemos aquí al mismísimo Jesucristo que ha bajado de los cielos para darnos la palabra de Dios.

Una ruidosa carcajada inundó de desesperación los oídos del Enviado. A todos les había hecho mucha gracia el comentario y muchos reían hasta la extenuación. Cuando al fin se apagó la marea de risas, consiguió de nuevo elevar la voz.

-No soy hijo de ese infame Dios, sino origen del sol, al igual que todos vosotros. Toda la vida de este planeta le debe su existencia, esa que tanto despreciáis, por esta razón no dejáis que ninguno de sus rayos de esperanza entre a este patético lugar donde habitáis. Teméis que la verdad que os muestre deje patente la ridícula y abnegada vida que lleváis, solo fruto de vuestro error, nacido de la abundancia y de un mundo que no ha sabido trasmitiros valores porque los ha perdido. Son ya muchos años los que habéis llorado aquí, pero ahora vengo a anunciaros que la realidad de la que escapasteis esta cambiando. Solo con dolor y sufrimiento pare la mujer, de la misma forma lo hace la humanidad para conseguir un mundo mejor. Las dos fuerzas que eternamente han cohabitado en el hombre y que se han enfrentado desde los primeros momentos de su existencia ya no se reprimen, y los dos mundos se han esparcido en una gran explosión que ha manchado de sangre todos los países y regiones del mundo. El dinero contra la humildad, la paz contra la guerra, la solidaridad contra la ambición, el bien contra el mal. Solo vosotros decidiréis donde posicionaros, puesto que si seguís aquí ayudareis a las fuerzas infames de quienes quieren esclavizar el mundo con su dinero y sus engaños. Ahora tenéis la oportunidad de salir de esta calle llamada angustia para luchar por algo que os haga sentir vivos. Necesitamos vuestra fuerza e inteligencia para ganar al enemigo. Muchos de vuestros congéneres ya han dejado su sudor y su sangre por vosotros, y desde el olvido de sus almas os reclaman.

El discurso no había cambiado el rostro de nadie, seguían las caras escépticas y curiosas de los primeros momentos, junto al silencio que persistía.

- Vienes tu a darnos lecciones estúpido ser, no eres más que otro maldito demagogo que viene a contaminarnos con sus ideas. Nuestra frustración viene del eterno engaño de personas como tú. Nos arrastráis a aventuras idílicas con las que damos la vida y, ¿para qué?, para que otros tomen el poder y perdure la injusticia.

- Son duros reproches que no os corresponde a vosotros el decírmelos, solo los aceptaría de aquellos que ahí fuera dejan su vida en el intento de cambiarse así mismos. Pero de ellos no he escuchado aún nada, sólo de vosotros. Os dedicáis a cultivar el sufrimiento y de él os alimentáis, os quejáis de vosotros mismos pero a la vez no deseáis otra cosa más que penitencia. A diferencia de vuestra postura, yo si creo en lo que hago y por ello vivo y no cejaré en el empeño.

- No pretendas que nuestras espaldas soporten toda la culpabilidad humana, es una carga demasiado pesada para la que nos corresponde. Sólo somos unos desgraciados que saben con certeza que este mundo es solo realidad y deseo, y nada más. Por eso nos apartamos de él, y es preciso que la gente se de cuenta de esto cuanto antes.

- Llevo poco tiempo aquí y sólo consigo de vosotros un mal sabor de boca. Comprendo el por qué de vuestra situación, todo el que aquí arribe se contagiaría fácilmente. Más para poder transformar lo que os rodea es necesario cambiaros a vosotros mismos. Esta es mi última lección y por ello he venido.


Comenzó un murmullo que pronto se convirtió en un grito sordo cargado de odio contra el Enviado. Algunos de ellos se acercaban peligrosamente hacia él. Una piedra fue lanzada contra su cabeza e inmediatamente se produjo la avalancha…

Poco tiempo después la sangre de un cadáver teñía toda la calle de un intenso color rojo. Sus moradores quedaron horrorizados ante la crueldad que habían cometido. Una vez más la desesperación se apoderó de ellos y volvieron a sus rincones para seguir llorando por el sentido de culpabilidad, aguardando las horas en este mundo que les había tocado vivir…

sábado, 5 de abril de 2008

Capítulo 10: La rebelión de las masas oseas (by Tourtas, el tío de las)

Ésta no iba a ser una noche tranquila y tétrica, como las que aquí estamos acostumbrados a ver, todo lo contrario, a todas luces se imaginaba un tanto movidita. Y no era para menos, ya que como todos los años se celebraba la fiesta de Hall Owen, y nadie de los que aquí vivíamos quería perderse tal acontecimiento. No había sino que fijarse en la cantidad de cuerpos dantescos y pútridos que por todos los rincones de este austero cementerio iban y venían sin cesar, solos, acompañados ó en grupos, abarrotando cada rincón del otrora silencioso lugar. Tampoco era necesario afinar mucho el oído para escuchar semejante estruendo que envolvía el ambiente: conversaciones ruidosas, gritos, risas, sollozos y el crepitar que producían miles de huesos en movimiento. Casi todas las almas que estaban censadas en esta ciudad mortuoria habían abandonado su húmedo agujero por una noche para reunirse con familiares y amigos y dirigirse en tropel hacia una explanada central situada en el centro del complejo. Allí posaba solemne un fastuoso monumento fúnebre y alrededor de él se iba arremolinando los cuerpos ansiosos, esperando el discurso del acalde (sobre todo su final) para que oficialmente y según regían los estatutos del cementerio, diera comienzo la fiesta, que duraría toda la noche.
Allí, entre todo el gentío, en primera fila, estábamos nosotros dos, observando la manera ridícula con la que el alcalde intentaba subir el peldaño de una tumba de mármol incrustada en el suelo, situada justamente delante del monumento, donde llevaría a cabo el discurso. Al parecer su torpeza se debía a la manera con la que este ilustre cadáver murió, apareciendo sin vida con casi todos los huesos de su cuerpo retorcidos. El no se harta de contar que en la otra vida había también ejercido de alcalde y fue asesinado por sus enemigos, que lo odiaban por la manera tan brillante y digna con la que llevó su cargo, aunque nadie lo sabe con exactitud. A pesar de todo esto, el alcalde era uno de esos que hacía poco tiempo había llegado al lugar y esto se vislumbraba fácilmente por sus carnes, que aún no se le habían podrido demasiado, ni siquiera se le había desprendido de los huesos. Pero su olor pestilente hacía que la gente, empleando toda su educación para no agobiarle, respetara una zona semicircular a su alrededor, la cual a nadie se le ocurría traspasar, ni siquiera a mi amigo y a mi.
Pese a la solemnidad que le quiso imprimir al acto, este no pasó de ser aburrido, repitiendo los discursos protocolarios de fiestas anteriores, sin más novedad que la del propio personaje que nos hablaba. Hizo alusión al futuro “esperanzador” que le tocaba “vivir” a este cementerio y al porvenir de sus obligados habitantes, y tras una retahíla de agradecimientos a los organizadores del evento, dio por comenzada la tan esperada fiesta. A partir de aquí cada uno a lo suyo.
Nos dirigimos hacia la zona norte donde se encontraba una gran fosa común en la que los cadáveres jóvenes se habían reunido para beber. El líquido que injerían era una especie de pócima mágica hecha por los veteranos del lugar, con la única intención de sobrellevar la pesada carga que significaba la eternidad. Pero la bebida, fabricada de plantas recolectadas del lugar, tenía efectos secundarios como alucinaciones, espasmos, mareos y, en los casos mas graves, disfunciones orgánicas. Sin embargo, esta bebida que originariamente tenía tal fin, terminó por extenderse, tomándose masivamente.
Ésta corría por litros entre los muertos reunidos en el enorme agujero excavado en la tierra, bajo la atenta mirada de los guardianes del cementerio que rodeaban a la masa de cadáveres ebrios. A nadie se le escapaba la frialdad con la que actuaba semejante cuerpo de seguridad ni los métodos expeditivos que empleaban. Su obsesión era la seguridad del cementerio, y tal empresa no dudaban en utilizar la violencia. Armados con los huesos de su propio esqueleto, eran capaces de quitarse un fémur o cualquiera otra de sus partes y desarmarte de un solo golpe. Un ejemplo claro de su actuación se produjo el año pasado, cuando un muerto (arrestado en los incidentes que se produjeron el año pasado en esta misma fiesta) se zafó de un guardia que lo tenía agarrado y salió a correr. La autoridad, sin ningún complejo, no dudó en arrancarse la calavera y lanzársela con tal fuerza, que al impactar contra el prófugo, éste tuvo que ser recogido al día siguiente hueso por hueso. No se andaban con chiquitas a la hora de coger a alguien y eran numerosos los casos en los que los arrestados denunciaban las prácticas vejatorias a las que eran sometidos: sus propios huesos eran arrancados y utilizados por sus vigilantes para golpearles y obligarles a confesar el delito.
Con tales antecedentes no era extraño que se mascara la tensión en el ambiente. Conforme pasaban las horas los muertos estaban cada vez más alucinados y trastornados, moviéndose de una manera esperpéntica y decadente. A mi no se me escapaba el nerviosismo que reflejaban las pomulosas caras de los custodios y pareciera que de un momento a otro todo estallaría. Como me imaginé no tardó mucho en suceder. Unos jóvenes cadáveres, visiblemente achispados, con botellas de pócima en la mano, empezaron a subir hacia la superficie, azuzados por los que abajo se encontraban. Al llegar a lo alto fueron empujados violentamente por los guardianes, cumpliendo las estrictas órdenes del alcalde de no dejar beber a nadie fuera de la fosa común. A las consiguientes protestas y silbidos de indignación al hecho ocurrido le siguió una salva artillera de botellas, recipientes y demás objetos que antes habían servido para retener el líquido, y que ahora estaban haciendo caer a más de un guarda. A partir de aquí el caos. Todo son gritos, golpes y caídas. Numerosos cuerpos suben frenéticamente hacia arriba y empiezan a enfrentarse a la guardia del cementerio que empieza a tomar una actitud defensiva ante la avalancha que se le avecina. Se daban palos a diestro y siniestro: fémures, tibias, clavículas, escápulas, cráneos, volaban de un lugar para otro y una nube de polvo comenzó a elevarse sobre el lugar del disturbio, ocultando a los esqueletos en conflicto. Sólo los impertérritos cipreses guardaban la compostura, inclinándose ligeramente para mirar el vergonzoso espectáculo del que estaban siendo testigos. Cuando en mitad del barullo mi amigo y yo intentábamos escapar, si fuera posible sin ninguna magulladura,
comenzaron a venir los refuerzos para controlar la situación, logrando dispersar a la difunta masa. En pocos minutos todo quedó en una apacible calma, la que siempre aparece tras un agitado huracán. Milagrosamente nosotros logramos escapar, pero otros tantos no corrieron la misma suerte. Los arrestados fueron acusados de incitación a la rebelión (la acusación más grave por la que aquí te podían juzgar), además del mal rato que le quedaba por pasar aún con sus captores. Al final la trifulca había costado medio centenar de heridos y mutilados, aunque afortunadamente no hubo víctimas mortales (todos lo son).
El panorama que ofrecía el lugar donde habían ocurrido los hechos era horrible. Infinidad de huesos, grandes y pequeños, estaban esparcidos por todos lados y mucho eran los ladrones que se acercaban al lugar para encontrar las partes óseas que les faltaban o robarlas para luego pedir favores a sus propietarios a cambio de ellas.
Los rumores del incidente se extendieron por todo el recinto fúnebre e incluso el alcalde fue pocas horas después al lugar de los hechos, prometiendo allí mismo aumentar el número de guardas para reforzar la seguridad.
Pero la noche daba comienzo a su fin y los muertos comenzaban a introducirse en sus respectivas tumbas con la primera claridad de la mañana. En ellas seguirán esperando al tiempo y en su letargo seguirán viendo pasar las horas y los días, los meses y los años, nada les hará moverse de allí. Solo hacen eso: esperar…

martes, 1 de abril de 2008

Capítulo 9: Y pasaba ella (by Andrés Hurtado)

Andrés era un chico normal, estudiante normal, un trabajo basura normal, para un chico de 21 años normal, o por lo menos a simple vista. La verdad es que Andrés tenía algo que los demás chicos de su edad ni siquiera sabía que existía. Era consiente de los valores perdidos de esta sociedad. De que el honor siempre debe acompañar a una persona, que los caballeros de capa y sombrero de ala ancha nunca debería haber desaparecido, de que la cultura con mayúsculas está en los libros, y que lo que diferencia a los humanos de los animales, no es otra cosa que la capacidad de realizar un buen juicio de valor, con unos valores dentro del sentido crítico y la razón. Por eso mismo no se atrevía a englobar a todos los hombres y mujeres dentro del concepto de humano, viendo a muchos de ellos y sobre todo a sus más inmediatos coetáneos como algo ajeno a la humanidad. Era uno de esos jóvenes que aún creía en el ideal del romanticismo, y que era posible enamorarse de una mente y no de un cuerpo. Y lo más remoto, que esa mente le fuera recíproca en sentimiento.

Así pues, no pasaron más de dos conversaciones con ella sin que cayera en la cuenta de que no todos las personas de su edad fueran lamentablemente a la deriva, llevando consigo mismas a toda la sociedad emergente. Las respuestas, teorías e incluso el propio lenguaje que ella empleaba, sorprendían a Andrés. Caló hondo, se puede decir. Esta situación guardada siempre para sí, empezó a obsesionar a Andrés, dado que él conocía que lo que él pretendía era imposible, ya que ella estaba enamorada de otro, además parecía que no podía ver más allá de sus narices.
Bien es cierto que Andrés nunca hizo por dar a conocer sus sentimientos, más que nada, como es evidente, por su condición de caballero, de saber no entrar en batalla cuando no hay que entrar, y respetar los sentimientos de una dama. Eso sí, no iba a dejar pasar la oportunidad de intercambiar impresiones, de llenarse de ella, sin que ella sospechara, y sobre todo de aprender de ella todo lo que ella supiera y más.
Día a día, conversación a conversación, consolación tras consolación mutua, fue la cosa a mayores, hasta que la cosa llegó a tal punto, que Andrés no podía soportar la impotencia que le producía el saber que ella estaba pasándolo realmente mal y él no podía hacer nada para ayudarla. Le comían las ganas por dentro de transmitirle sus sentimientos, de decirle que la amaba con todo su corazón y lo que era más importante para Andrés, con toda su mente. Le producía una ternura y afecto que nunca había llegado a experimentar por ningún otro ser vivo.

Llegados a este punto Andrés conocía los lugares que ella frecuentaba, casualmente cercanos a por donde él se movía. Andrés frecuentaba por esos tiempos la sombra de cualquier árbol, para en cualquier momento de libertad, devorar las páginas de cualquier libro, de Borges, Ortega o Baroja. Entonces cayó en la cuenta de que ese era el camino por el que ella pasaba todos los días.
Un buen día se decidió, no sabía porque, ni como, pero lo esperaba. Sabía que pasaría en los próximos instantes, reacción espontánea la suya, sentarse a la sombra a leer, y esperar a que ella pasara. ¿Saludarle, un "¿cómo estas?"?, o simplemente verla y cruzar cualquier absurda palabra. Cada vez que alguien cruza la puerta levantaba la vista del libro que tenía entre manos. Los minutos pasaban, ella no aparecía, y Andrés se desesperaba. Después de bastante rato, permanecía con la vista fija más en la puerta que en su interesante libro. Ya resignado, Andrés decidió marcharse, decepcionado. "Soy un iluso creyendo que pasaría, y ya la idea de que malgastará un segundo conmigo, es absurda" - pensaba Andrés.
Estaba recogiendo sus cosas apesadumbrado, cuando un leve vistazo de refilón hacia la lejana puerta y ¡zas! Apareció ella a lo lejos. En ese momento las pulsaciones subieron, la sangre no le regaba bien el cerebro y un cúmulo de sensaciones indescriptibles y espontáneas que nunca había sentido, se apoderaron de su mente, la lengua trabada y sus capacidades cognitivas totalmente anuladas. Volvió a bajar la vista a su libro y no la levantó hasta que ella se acercó y le toco en el hombro entonando un alegre saludo acompañado de una sonrisa pizpireta.
-¡Hola Andrés! ¿cómo estás? - Andrés no sabía ni como se llamaba en ese momento
-Aah, bien bien, ¿tú qué tal? -dijo Andrés casi sin poder articular de la emoción.
-Yo bien, aquí voy.
-Perfecto, yo ya me iba- Andrés espabila que la estas cagando.
-¿Qué haces aquí tan solo? - Andrés bloqueado solo acertó a decir:
- Nada solo leía - Andrés carajos que eso es obvio.
-Yo voy hacía allí.
-... Aaaa
-Bueno, sigo mi camino.
Andrés no pudo quitar su vista de encima, hasta que desapareció por la siguiente esquina, su silueta bañada por la luz del Sol de media tarde ya con los rayos rojizos inclinados, su melena a media espalda lisa y negra como el azabache, el repicar de sus pasos sobre el granito del suelo, el movimiento armónico y sensual de todo su cuerpo al son de los pasos. Todo eso era para Andrés como una sinfonía de sensaciones y visiones que hacían disparar sus emociones. Andrés aturdido, por lo inesperado de la situación, a la vez que emocionado por haberla visto, no se recuperaba de las taquicardias. Siguió sentado dándole vueltas a la cabeza, sin saber porque se había comportado como un perfecto gilipollas. "Dos horas esperando a que pasara, y solo se te ocurre decirle eso, supongo que es lo que suele pasar, Andresito, nunca vas a aprender, a la próxima irá mejor". O por lo menos eso quería creer, porque en un recóndito rincón de su mente, era consciente de que podría no haber una próxima, de que no tenía ninguna probabilidad de que ella se percatara de la situación y de que había desaprovechado una de las oportunidades que tenía de disfrutar de ella, sin que nadie más lo supiera. Así que se levantó y se dispuso a emprender el camino a casa con la sensación de la dulce derrota en la cabeza, y sabiendo que dentro de su corazón siempre caminaría ella, sola, dulce, y sensual, que esa porción de él mismo, sería siempre para ella, se la había robado para siempre, sin poderla recuperar. Sentía que la ocasión de galantear a una dama de las de verdad, de las que se pueden llamar dama sin que se te caiga la boca, nunca llegaría, y tendría que conformase. Porque un caballero ha de hacer lo que ha de hacer para ser considerado como tal.

Capítulo 8: Gracias (by Andrés Hurtado)

Esta mañana en clase, mientras la fulana de turno se ganaba el pan de sus hijos demostrándonos porque el plano tal o el plano cual pasaba paralelo a la generatriz del cilindro de turno, yo ni corto ni perezoso, desde la primera fila y a tan solo unos tres metros de ella, saqué el blanco y el negro y me puse a recordar e inmortalizar viejos tiempos de instituto, alegres y semi-ignorantes.
Recordé con cariño a aquel que me apreciaba y mostraba el camino del sentido crítico, el sentido común (que es el menos común de los sentidos), caminos estos como los del señor, inescrutables para muchos de nuestros prójimos. Recordé también a todos aquellos mercenarios, profesores incopetentes y poco profesionales, además del repaso correspondiente a sus ascendentes más directos de sangre y de cartera.Gente que sin yo saberlo, me inculcaron buenos valores, que ahora afloran. Todavía recuerdo la frase esa de: "cucha tu que detalle, si es que no os fijais, no teneis sentido común (que es el menos común de los sentidos". O esa de: "teneis que ser críticos con todo lo que os redea, todo tiene un significado, todo pretende algo, todo acción y cada palabra tiene detrás una intención concreta. Solo hay que econtrarla".
También hay otros conceptos, y se me quedó muy bien eso de: "es de bien nacido el ser agradecido". Así que hoy echando la vista atrás, recapitulando y sacando conclusiones, solo queda agradecer de todo corazón, al que se preocupó por mí, en aquellos maravillosos años, al que me inculcó, sin yo saberlo, que el sentido crítico y valores como que el honor y la decencia, son fieles compañeros de camino, que la cultura con mayúsculas solo está en los libros, escriba quien los escriba, que todo tiene un porqué, y que toda acción tiene su consecuencia. Por esos motivos y por muchos más, gracias, ojalá pueda pagaros algún día todo lo que trabajasteis por mí. Y a todos los que os dedicábais a pasar el día a día, para cobrar la nómina, sin importaros si la abuela va en silla de ruedas o fuma petardos, ojala os pudrais en las filas del paro, o mejor, os pudráis rellenando hormigoneras a las tres de la tarde en el més de agosto :).