Sin darnos demasiada cuenta estos actores del interés, que no tienen otro fundamento en la vida sino sentir el áurea del poder, nos han vaciado por dentro y nos han dejado sólo las tripas. El show continua y los espectadores siguen empapándose de mediocridad, ¡es la suerte de vivir en estos tiempos que corren! Si existió algún resto pasional hacia la política no lo han extirpado, y en el hueco que ha quedado no lo han llenado de la indiferencia mas podrida. Surge así el nuevo occidental del siglo XXI: pluriempleado, hipotecado pero gozando de su coche y casa, apático, desinteresado y vago (con éste último término y con los anteriores asumo mi trozo proporcional de responsabilidad ya que es conveniente mirarse al ombligo de vez en cuando y utilizar la cabeza para otra cosa que no sea apoyarla en la almohada). Pero eso sí, este escepticismo existencial se ve compensado por la plena libertad de la que gozamos: un indeciso que ante la variedad que se le ofrece no sabe que coche comprar, que ropa ponerse para salir, que partido de fútbol ver o a qué candidatura elegir sabrá de lo que le estoy hablando ¡Que bonito es poder elegir libremente todos los días!
Estos dos asquerosos payasos nos han quitado toda la ilusión, han convertido la política en pura estadística de mercado y nos dan el discurso machacón en cada comida:
-¡Señores! olviden otras épocas y miren al futuro con ilusión. Borren de sus mentes ese tiempo de romanticismo donde la política era pasional e irracional y interesaba a la gente. Ahora corren otros tiempos más sofisticados y debemos sobreponer la razón, la lógica, el talante, el compromiso y el diálogo por encima de las pasiones mas viscerales. Ya no existen los grandes ideales de libertad e igualdad, ni la lealtad, ni los principios, ni la amistad, ni siquiera el amor, ríanse ustedes de Van Gogh o Béquer. Sean siempre educados y constructivos en sus críticas y no olviden guardar las formas hasta para ir a cagar. ¡Ciudadanos! me comprometo a comprometerme para llevar a cabo compromisos…
… y después del discurso una gran ovación de multitud de gentes venidas de todas partes gracias a un gran movimiento organizativo del partido. El candidato saluda a las personas que han sido seleccionadas y colocadas cuidadosamente detrás suya, una de cada género, raza y condición para que salgan por televisión. Y de nuevo se vuelve a la grada donde le siguen aplaudiendo miles de fieles. Saluda con gestos protocolarios y sale del mitin con su séquito ministerial y su ejército de guardaespaldas al lugar donde le esperan siete asesores que ya le están preparando un nuevo discurso y le indicarán los errores que ha incurrido al hablar, los datos que ofrecen las encuestas, la intención de voto, la estrategia que seguirá su oponente, la organización de la propaganda electoral, sus siguientes compromisos, etc. Seguidamente se monta en su coche oficial fuertemente escoltado por la policía que lo llevará a su avión privado que lo trasladará a un nuevo mitin en otra localidad donde les esperan el señor alcalde y su equipo de gobierno, los militantes de su partido, el delegado sindical, el presidente de tal y cual asociación, la prensa, cantantes, los ciudadanos de la localidad y hasta el coño de la bernarda. Esta es la política moderna, toda una espectacular escenografía montada al mas mínimo detalle para arranca unos pocos miserables de votos con los que subirse al tren del poder.
La abundancia nos hace olvidar quienes somos y quienes fuimos y de este modo es imposible diferenciar al bueno y al malo de la película, ni siquiera estamos seguros si hay buenos o si existe guión. De ahí que de finales felices nos creamos lo justo. Estos mercenarios de la palabra que no reconocen nunca los errores, se bañan diariamente en multitud de masas y están acostumbrados a ordenar, nos quieren hablar siempre desde la honradez y la honestidad.
Pero tienen el voto comprado de los que sufren esa especie de amnesia complaciente, esa que utilizan para ganarse el pan de cada día o para amasar dinero. Ya va siendo hora de terminar con este teatro decadente y hacer de una puñetera vez de la política algo verdaderamente vivo y creíble. Principios que salgan de las entrañas del pueblo y que sean defendidos sin impedimentos. Exijamos como primera condición la absoluta verdad pese a los errores, que siguen siendo humanos. Y si estos caballeros no están de acuerdo y siguen con sus patrañas electorales no habrá más remedio que aplicarles la solución final, pero claro está, tratándolos de la manera más educada posible:
- caballero por favor, sería usted tan amable de introducirse en la cámara de gas; muchas gracias, haber el siguiente….
Estos dos asquerosos payasos nos han quitado toda la ilusión, han convertido la política en pura estadística de mercado y nos dan el discurso machacón en cada comida:
-¡Señores! olviden otras épocas y miren al futuro con ilusión. Borren de sus mentes ese tiempo de romanticismo donde la política era pasional e irracional y interesaba a la gente. Ahora corren otros tiempos más sofisticados y debemos sobreponer la razón, la lógica, el talante, el compromiso y el diálogo por encima de las pasiones mas viscerales. Ya no existen los grandes ideales de libertad e igualdad, ni la lealtad, ni los principios, ni la amistad, ni siquiera el amor, ríanse ustedes de Van Gogh o Béquer. Sean siempre educados y constructivos en sus críticas y no olviden guardar las formas hasta para ir a cagar. ¡Ciudadanos! me comprometo a comprometerme para llevar a cabo compromisos…
… y después del discurso una gran ovación de multitud de gentes venidas de todas partes gracias a un gran movimiento organizativo del partido. El candidato saluda a las personas que han sido seleccionadas y colocadas cuidadosamente detrás suya, una de cada género, raza y condición para que salgan por televisión. Y de nuevo se vuelve a la grada donde le siguen aplaudiendo miles de fieles. Saluda con gestos protocolarios y sale del mitin con su séquito ministerial y su ejército de guardaespaldas al lugar donde le esperan siete asesores que ya le están preparando un nuevo discurso y le indicarán los errores que ha incurrido al hablar, los datos que ofrecen las encuestas, la intención de voto, la estrategia que seguirá su oponente, la organización de la propaganda electoral, sus siguientes compromisos, etc. Seguidamente se monta en su coche oficial fuertemente escoltado por la policía que lo llevará a su avión privado que lo trasladará a un nuevo mitin en otra localidad donde les esperan el señor alcalde y su equipo de gobierno, los militantes de su partido, el delegado sindical, el presidente de tal y cual asociación, la prensa, cantantes, los ciudadanos de la localidad y hasta el coño de la bernarda. Esta es la política moderna, toda una espectacular escenografía montada al mas mínimo detalle para arranca unos pocos miserables de votos con los que subirse al tren del poder.
La abundancia nos hace olvidar quienes somos y quienes fuimos y de este modo es imposible diferenciar al bueno y al malo de la película, ni siquiera estamos seguros si hay buenos o si existe guión. De ahí que de finales felices nos creamos lo justo. Estos mercenarios de la palabra que no reconocen nunca los errores, se bañan diariamente en multitud de masas y están acostumbrados a ordenar, nos quieren hablar siempre desde la honradez y la honestidad.
Pero tienen el voto comprado de los que sufren esa especie de amnesia complaciente, esa que utilizan para ganarse el pan de cada día o para amasar dinero. Ya va siendo hora de terminar con este teatro decadente y hacer de una puñetera vez de la política algo verdaderamente vivo y creíble. Principios que salgan de las entrañas del pueblo y que sean defendidos sin impedimentos. Exijamos como primera condición la absoluta verdad pese a los errores, que siguen siendo humanos. Y si estos caballeros no están de acuerdo y siguen con sus patrañas electorales no habrá más remedio que aplicarles la solución final, pero claro está, tratándolos de la manera más educada posible:
- caballero por favor, sería usted tan amable de introducirse en la cámara de gas; muchas gracias, haber el siguiente….
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